En un mundo donde todos quieren hablar, ser escuchados se ha vuelto una necesidad. Pero, ¿cuántos realmente sabemos escuchar? Escuchar de verdad. No solo oír palabras, sino estar presentes para el otro, con apertura, sin interrupciones, sin juicio. En el Coaching Ontológico, escuchar es mucho más que una habilidad comunicativa: es una práctica transformadora.
Escuchar con presencia implica abrir un espacio seguro donde el otro pueda expresarse con autenticidad. Es un acto de reconocimiento, de validación, de conexión humana profunda. Y no solo transforma al otro: también nos transforma a nosotros.
Cuando escuchamos desde nuestros prejuicios, creencias o emociones no resueltas, contaminamos la conversación sin darnos cuenta. No escuchamos al otro: nos escuchamos a nosotros mismos proyectados en el otro. El Coaching Ontológico nos invita a hacer consciente esa distorsión, para comenzar a escuchar desde un lugar más limpio, más generoso, más transformador.
Una escucha profunda no necesita respuestas rápidas ni consejos. Necesita tiempo, silencio, disponibilidad. Necesita que alguien diga, con su presencia: “Estoy aquí para ti, no para corregirte, sino para comprenderte”.
En las relaciones de pareja, en los equipos de trabajo, en la crianza, en la amistad… la escucha es el ingrediente que puede cambiarlo todo. La mayoría de los conflictos no se originan en una diferencia real, sino en una falta de escucha auténtica. Dos personas pueden tener opiniones opuestas y aún así mantenerse conectadas, si se escuchan con respeto y apertura.
El arte de escuchar comienza por mí. ¿Qué tipo de escucha me ofrezco a mí mismo? ¿Puedo quedarme conmigo en el silencio, en la duda, en la emoción difícil, sin necesidad de taparla o negarla? Si no puedo escucharme a mí, difícilmente podré escuchar a otro sin imponerle mis propios ruidos internos.
En el proceso de coaching, el acto de escuchar es una herramienta fundamental. El coach no está allí para decirte qué hacer, sino para escucharte de una forma tan profunda, tan presente, que tú mismo puedas descubrir caminos que antes no veías. Escuchar, en este contexto, se vuelve una forma de acompañar al otro a reinterpretar su mundo.
Cuando alguien se siente escuchado profundamente, cambia su cuerpo, su tono de voz, su energía. Se relaja. Empieza a confiar. Y desde esa confianza puede emerger una nueva forma de pensar, de mirar su situación, de actuar. Así de poderosa puede ser la escucha.
No necesitas ser coach para aprender a escuchar de esta manera. Todos podemos entrenarnos en este arte. La próxima vez que estés en una conversación importante, intenta hacer lo siguiente:
- Deja el celular fuera de la vista. Tu atención completa es un regalo.
- Respira profundo antes de responder. Tal vez lo importante no es lo que vas a decir, sino lo que vas a permitir que el otro descubra.
- Observa tus juicios internos y déjalos pasar. No necesitas tener la razón.
- Escucha también lo que no se dice: los silencios, los gestos, las emociones.
Escuchar no siempre es fácil. Implica renunciar al control, a la urgencia de intervenir, al deseo de corregir. Pero es precisamente en ese vacío —en ese “no hacer”— donde ocurre algo mágico: el otro empieza a escucharse a sí mismo de una nueva manera.
Y tú también.
Escuchar es estar para el otro. Pero también es una puerta para encontrarte contigo mismo.